se sumerge, siempre trompudo, en aguas caldeadas por la fauna local. nada, idiota, entre la flora. contempla, invisible, calamidades como calamares. se le adhieren, fugazmente, parásitos de gran tamaño (ocho o nueve veces el suyo). momias-tornados tambaleantes pasean por la superficie bajando la temperatura al tiempo que inmensas grietas abisales permiten ver reflejos rojos entre la humareda y las burbujas. muy quieto acaricia, lenta y suavemente, su mentón. espera, impaciente, encontrar alguna especie de ramita en ese tortuoso sendero interminable que lo lleva, más tarde, al mismo lugar. ramudo volverá el trompudo.
viernes, 27 de agosto de 2010
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